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Boletín Perspectivas - 27 Mar 2020

La pandemia global y el desgobierno de los Ortega-Murillo


Desde
febrero de este año, el mundo vive aterrorizado una de las pandemias
más graves, extendidas y mortíferas de la historia reciente: el
Coronavirus (COVID-19). Muchos especialistas han advertido sobre la
facilidad de su propagación, sus serias consecuencias y el impacto
que tendrá en la economía mundial, pero también en las formas de
vida a nivel mundial. La cifra de personas afectadas y las que
fallecen a causa de la enfermedad se incrementa de manera alarmante
todos los días. Las medidas que han adoptado todos los gobiernos
para proteger a sus ciudadanos y “aplanar la curva” de contagio
consisten básicamente en la distancia social a fin de no colapsar
los sistemas de salud, que se han visto rebasados en sus capacidades
por la cantidad de casos; las pruebas masivas para detectar el
contagio y el lavado de manos, así como mantener una buena higiene.
En ese contexto, tres gobiernos latinoamericanos han subestimado las
indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS): Brasil,
México y Nicaragua.



El
origen de la pandemia




Las
primeras noticias sobre la pandemia se registran a inicios de febrero
del 2020, luego que el médico chino de la ciudad de Wuhan, Li
Wenliang, que alertó sobre su aparición, falleció también por
contagio. De acuerdo con el médico chino, los primeros casos de
COVID-19 se registraron a finales de diciembre de 2019, pero sus
alertas fueron desestimadas por el gobierno y la prensa china hasta
finales de enero del 2020, cuando ya el número de personas
infestadas y fallecidas había crecido exponencialmente. De allí en
adelante, la espiral de contagios y muertes se ha extendido
prácticamente a todo el mundo y se ha ensañado especialmente con la
propia ciudad de Wuhan en China, Irán, Italia y España, los países
que registran las más altas tasas de fallecimientos a causa de la
enfermedad.




Los
orígenes del virus no son claros. Las dos hipótesis más conocidas
señalan que se relaciona con el consumo de ciertos animales quienes
transmitieron el virus a los humanos; mientras que otras afirman que
se trata de un virus manipulado en laboratorios y liberado de manera
premeditada. La primera hipótesis es la que ha cobrado más
credibilidad entre la comunidad científica, mientras tanto, la
verdad es que el virus se ha expandido rápidamente y su letalidad ha
crecido de manera exponencial dando lugar a una pandemia que
literalmente ha paralizado al planeta.




La
rápida propagación por el mundo




Esta
no es la primera vez que el mundo conoce de epidemias y pandemias. De
hecho, en otras épocas algunas de ellas causaron millones de muertes
como la peste negra en el siglo XIV, la viruela en el siglo XVI, y
más recientemente, la fiebre amarilla a finales del siglo XIX, la
gripe española a inicios del siglo XX, el VIH-SIDA desde finales del
siglo XX hasta la actualidad, la gripe porcina y el ébola.




La
diferencia entre estas pandemias y el coronavirus es que esta última
tiene carácter global mientras que las anteriores han sido
focalizadas o bien, fueron controladas a tiempo; además, el COVID-19
tiene un nivel de propagación y muertes más alto y acelerado, de
manera que la cifra de personas contagiadas y fallecidas ha crecido
vertiginosamente en poco tiempo, haciendo colapsar los sistemas de
salud pública prácticamente en todos los países. Esto a su vez,
está generando pánico global, así como efectos económicos y
sociales impredecibles pues prácticamente ha paralizado todas las
actividades e interacciones entre las personas.




Como
ya se mencionó con anterioridad, el primer brote importante se
produjo en la ciudad de Wuhan en China, y de allí se trasladó
rápidamente al resto del mundo, principalmente a Corea del Sur,
Irán, Europa, Estados Unidos y el resto del mundo. Hasta el momento
de elaboración de este análisis, los países más afectados son
China con más de 80 mil contagios y 3,261 muertes; Italia con un
poco menos de 64,000 casos y más de 6 mil muertes; España con
33,000 contagios y 2,206 fallecimientos; Estados Unidos con 41,400
contagios y 496 muertes; Alemania con 28,800 casos y 118 muertes. A
la fecha, la enfermedad se ha extendido a más de 160 países en
todas las regiones del planeta. Su propagación ha generado
verdaderos estados de terror, trágicas escenas y mucho dolor en
diferentes partes del mundo, pero especialmente en China y Europa.




De
acuerdo con lo que se sabe hasta ahora, el COVID-19 presenta algunos
síntomas similares a los de la gripe, por lo que tiende a
confundirse. La enfermedad es una infección respiratoria que produce
tos seca, fiebre, cansancio, dificultad para respirar y en muchos
casos, neumonía. Algunos estudios realizados muestran que un
porcentaje de pacientes también llega a experimentar dolor de
garganta y cabeza, así como diarrea. Entre los grupos de mayor
riesgo se encuentran las personas de la tercera edad, las que padecen
enfermedades crónicas, cáncer y personas inmunosuprimidas. Otra de
sus características es que tiene una cadena rápida de transmisión,
eso quiere decir que el período de incubación se produce de 4 a 8
días, y en muchos casos, las personas asintomáticas, al no
experimentar molestias, no limitan sus actividades y contribuyen a la
diseminación del virus.




Los
países latinoamericanos, con excepción de Brasil, registran tasas
de contagio inferiores a los mil casos y decesos inferiores a dos
decenas; sin embargo, esto se debe a la forma en que ha evolucionado
la propagación del virus en el mundo. Desde el punto de vista de
numerosos especialistas y de acuerdo con lo que se conoce hasta ahora
sobre la expansión de la pandemia, Latinoamérica es una de las
zonas más vulnerables a escala planetaria debido a la debilidad de
sus sistemas de salud, los índices de pobreza de su población y los
gobiernos poco eficientes, de manera que el incremento de las cifras
apenas está iniciando en la región y las proyecciones de su
comportamiento son poco alentadoras.




Tres
presidentes latinoamericanos han decidido no atender las
recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la
Organización Panamericana de la Salud (OPS): Brasil, México y
Nicaragua, de tal manera que en esos países se esperan altas tasas
de contagio y muerte en las próximas semanas. En el caso de
Nicaragua, el gobierno de los Ortega-Murillo, además de evadir su
responsabilidad al acatar las recomendaciones de los organismos
internacionales de salud, han promovido irresponsablemente el
contagio organizando actividades públicas y aglomeraciones, así
como han ocultado información sensible a la ciudadanía para su
debida protección.


Las
medidas globales de emergencia




La
pandemia se ha extendido a más de 160 países en todas las regiones
del planeta, la cantidad de personas contagiadas asciende a más de
400 mil y las muertes ya suman un poco más de 17 mil. En tres meses
se produjeron los primeros 100 mil casos; sin embargo, los siguientes
100 mil casos se contagiaron en menos de 12 días, lo cual indica la
rapidez de la transmisión. De acuerdo con la OMS existen cuatro
fases de contagio, caracterizadas por el crecimiento de la
diseminación.




La
primera fase, cuando todavía no se reportan casos de contagio, es de
prevención y preparación; prácticamente ningún país se encuentra
ya en esa fase. La segunda fase inicia cuando se identifican los
primeros casos que generalmente ocurren en personas vinculadas con
zonas de riesgo, que los “importan” de otros países o que
todavía son esporádicos. La tercera fase consistiría en la
identificación de clusters
o conglomerados de contagio; mientras que la cuarta fase es de
transmisión comunitaria, es decir, que se transmite de manera
constante y sostenida.

Algunas
de las acciones más importantes que los gobiernos han tomado frente
a esta situación consisten básicamente en intensas campañas de
alerta y prevención; la identificación de las posibles cadenas de
transmisión a partir de los pacientes bajo control sanitario;
realización de pruebas masivas para identificar rápidamente el
contagio como en Corea del Sur; el distanciamiento social, que
consiste básicamente en limitar al mínimo posible las interacciones
sociales para contener el contagio. De acuerdo con lo que ha sucedido
en diferentes lugares, tanto algunos de los países más afectados
como en los menos afectados, esta última es una de las medidas más
efectivas siempre y cuando se adopte de manera temprana y sea acatada
con rigurosidad. Al menos tres casos llaman la atención como buenas
prácticas considerando que a pesar de su alto número de contagios,
han tenido pocos decesos; esos son: Corea del Sur, Taiwán y
Alemania. Inglaterra intentó utilizar una estrategia diferente al
resto del mundo a través de la gestión del contagio con la llamada
“inmunidad del rebaño”, pero finalmente tuvo que adoptar medidas
de contención y prevención a partir del distanciamiento social.




Además
de las medidas sanitarias por el desborde de los sistemas de salud,
una gran cantidad de gobiernos han adoptado decisiones económicas
para proteger a los sectores más vulnerables frente a la pandemia
como, por ejemplo, la suspensión de los pagos de ciertos servicios,
ayudas y otras disposiciones a fin de mantener el abastecimiento de
necesidades básicas. Sin embargo, es inevitable que la pandemia
tendrá un impacto sobre la economía mundial de tal magnitud que no
es posible dimensionarlo en este momento. Sectores económicos
dinámicos como el turismo, el comercio, los servicios, la industria
de la aviación y muchos otros se encuentran entre los más golpeados
por la pandemia debido al cese de operaciones. De hecho, semanas
atrás y relacionado en parte con la pandemia, se produjo una fuerte
caída de los precios del petróleo; mientras que los mercados
bursátiles también han tenido un enorme descenso. De acuerdo a las
estimaciones que se hacen sobre el tiempo que puede durar esta
pandemia y las medidas de distanciamiento social que se requiere
tomar, las previsiones es que después de superar el momento crítico,
el mundo entrará en una recesión económica similar a la que se
vivió después de la Segunda Guerra Mundial. La otra cara de la
moneda es que, de manera sorprendente la comunidad científica
también ha descubierto que durante las semanas de confinamiento, se
han producido alentadores cambios en el medio ambiente, la
contaminación atmosférica y de las aguas.





La
pandemia ha puesto de nuevo a los Estados como actores clave de la
vida social, política y económica al convertirse en los principales
tomadores de decisión, los responsables de proteger a las
poblaciones más vulnerables, prevenir y controlar la pandemia, y
adoptar todas las medidas para que el funcionamiento de la vida tal
como la conocemos no sea afectada de manera sustancial. También ha
colocado una gran responsabilidad en los hombros de los ciudadanos,
en tanto las medidas de distanciamiento social implican ser aceptadas
y observadas por todos de manera consciente. La otra cara de la
moneda es que en la mayoría de los países, la pandemia ha mostrado
las falencias de los procesos previos de desmantelamiento de los
sistemas sociales y la precariedad en que se encuentran,
especialmente los sistemas de salud.




La
pandemia también ha dado pie a la adopción de medidas de seguridad
drásticas de parte de los gobiernos para asegurar el confinamiento;
esto incluye la puesta en función de sistemas de vigilancia y
seguridad, así como la militarización de la vida. Prácticamente se
han cerrado todos los aeropuertos internacionales y fronteras, se han
establecido estados de emergencia y excepción en numerosos países,
así como toques de queda y fuertes restricciones a la circulación
de vehículos y personas. Dependiendo del tipo de gobierno y la
reacción de la gente, estas decisiones representan una gran
oportunidad para los autoritarismos, por ejemplo, en el caso de
Centroamérica.




Esta
también es una oportunidad que están aprovechando los académicos y
numerosas personas para repensar la globalización, la solidaridad a
escala planetaria, las nuevas formas de interacción social, así
como el uso de las tecnologías de la comunicación.




El
desgobierno de los Ortega-Murillo




Mientras
el mundo entero intenta contener la pandemia del Coronavirus, el
gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo hace todo lo contrario en
Nicaragua. Por insólito que parezca, cuando se comenzaron a levantar
las alarmas en todo el mundo, incluso en los países vecinos de
Centroamérica, los gobernantes de Nicaragua decidieron no realizar
ninguna acción de prevención y contención. Al contrario,
decidieron mantener sus rutinarias actividades políticas como
marchas de empleados públicos obligados a salir a la calle todos los
sábados, reuniones y festividades, entre otras.




Se
negaron al cierre de fronteras y el aeropuerto internacional, así
como al establecimiento de los protocolos de salud recomendados por
la OMS y la OPS, tanto en hospitales y centros de salud como para la
población en general. También se han negado a realizar campañas
informativas y de prevención entre la ciudadanía y más bien
Rosario Murillo comparece diariamente ante los medios de comunicación
oficialistas a través de llamadas telefónicas, donde utilizando su
habitual verborrea pseudorreligiosa, hace llamados a la población a
mantener sus actividades normales y promover actividades públicas.
Daniel Ortega, desde hace varias semanas no comparece públicamente,
de tal manera que ya se han generado numerosos rumores sobre su
ausencia, sin que hasta ahora se tenga confirmación sobre ninguno de
ellos.




La
preocupación comenzó a crecer en el país debido al silencio y
negligencia gubernamental, porque varios médicos especialistas
comenzaron a advertir la urgencia de realizar medidas urgentes de
prevención, protección y contención, además de las graves
consecuencias que tendría para el país no implementarlas. Entre la
negativa y el silencio de los Ortega-Murillo, y las señales de
alarma de los especialistas, la población comenzó a tomar sus
propias disposiciones para protegerse y comenzaron a circular
numerosos rumores sobre la situación de la pandemia en el país. Las
denuncias de ocultamiento de información y negligencia gubernamental
no se hicieron esperar de parte de diferentes sectores y la opinión
pública en general.




Pero
no fue hasta que la misma Rosario Murillo confirmó la existencia del
primer caso de coronavirus en el país, que se generó una especie de
ansiedad colectiva y la población comenzó a tomar en serio las
recomendaciones de la OMS. Pocos días después, Murillo anunció un
segundo caso, sin embargo, han insistido en mantener la misma actitud
negligente para tomar disposiciones en relación con la enfermedad.
En esa ocasión, mencionó que se estaba dando seguimiento a un grupo
de personas sospechosas de ser portadoras del virus, y horas más
tarde tuvo que retractarse a sí misma cuando comenzó a circular en
las redes el video de una mujer perteneciente a ese grupo,
denunciando el maltrato, la desinformación y el aislamiento al que
estaba sometida en el hospital donde la recluyeron. Al descubrirse
las falsedades de su discurso oficial, Murillo se vio obligada a
hacer un anuncio al filo de la medianoche de ese día y más tarde,
para intentar cerrar el capítulo, el gobierno difundió un video en
el que la paciente aparecía firmando un documento donde le daban de
alta en el hospital y aceptaba asumir la responsabilidad por su
enfermedad. El remedio resultó peor porque el video desató una ola
de críticas públicas por la irresponsabilidad del gobierno de
mandar a la paciente a su casa a sabiendas que era sospechosa de ser
portadora del COVID-19.




Poco
después, el gobierno envió a grupos de trabajadores de la salud,
empleados públicos y simpatizantes del gobierno a realizar visitas
casa por casa, supuestamente para brindar información a la población
sin mencionar la pandemia. La medida generó una ola generalizada de
rechazo y en la mayoría de las viviendas visitadas, los trabajadores
no fueron bien recibidos. Algunos de ellos, especialmente los
trabajadores de la salud, han denunciado que les han prohibido el uso
de mascarillas, guantes y otras medidas de prevención.




Los
Ortega-Murillo se han negado a tomar decisiones importantes como la
suspensión de las clases, y medidas económicas de protección a los
sectores más vulnerables de la población para que puedan
resguardarse en sus casas, tal como han hecho otros gobiernos de
Centroamérica y el resto del mundo. Por el contrario, han insistido
en la normalidad de la situación, exponiendo al riesgo del contagio
a una gran cantidad de personas, sobre todo a sus seguidores; algunos
de estos, como los diputados pro-gobierno en la Asamblea Nacional,
llegaron al punto de burlarse de los diputados de otras bancadas que
llegaron al plenario usando mascarillas. Durante los últimos días
han obligado a médicos de diferentes hospitales del país a asistir
a programas televisivos para difundir el discurso gubernamental de
normalidad.




Impacto
de la pandemia y autogobierno ciudadano




En
una época donde las tecnologías de la comunicación permiten
conocer lo que sucede en el mundo en tiempo real y donde lo que
abunda es la información de diferente tipo, es difícil esconder lo
que está sucediendo en el mundo con la pandemia. A pesar de los
intentos iniciales de China por ocultar la información, la
información salió inevitablemente, de manera que todos los
gobiernos han adoptado una política de comunicación abierta a fin
de informar sistemática y con el mayor nivel de responsabilidad
sobre el avance de la pandemia. De esa manera, se han conocido
experiencias dramáticas como la de Italia, España y otros países
donde el personal de salud y la gente se esfuerzan por contener la
enfermedad.




La
comunidad científica se activó a lo inmediato en varias
direcciones: desde la búsqueda acelerada de una vacuna o cura, hasta
el análisis de la situación y la elaboración de proyecciones sobre
su evolución e impacto. A partir de esos estudios se tiene la
certeza que la pandemia apenas se está expandiendo y que sus
efectos, al menos los más críticos, se van a extender en el mediano
plazo. Eso está obligando a los gobiernos a adoptar medidas desde
ahora para lidiar con la crisis del momento y sus efectos en el
mediano y largo plazo, tanto en términos económicos como de salud,
políticos y sociales. Para regiones como Centroamérica el reto no
es menor y no se puede enfrentar de manera aislada.




En
Nicaragua, frente a la negativa del gobierno para actuar, los
ciudadanos han tomado la iniciativa de autoprotegerse y proteger a
sus familias durante las próximas semanas; de tal manera que ellos
mismos han optado por guardar el distanciamiento social, resguardarse
en sus casas, realizar campañas propias con indicaciones para
prevenir el coronavirus y otras acciones ciudadanas. Como ya se
mencionó antes, han rechazado a las brigadas de empleados estatales
enviados a hacer visitas casa a casa, se han negado a enviar a sus
hijos a clase y está claro que no confían en la información
oficial.




En
medio de esta situación, diversas organizaciones sociales, algunos
sectores de la empresa privada, los especialistas independientes de
la salud, así como la Coalición Nacional son los únicos que han
intentado de alguna manera ponerse al frente de la pandemia en
Nicaragua, advirtiendo de sus consecuencias y de las medidas
necesarias para su contención. Las perspectivas para el país no son
alentadoras considerando los múltiples factores de vulnerabilidad
como la pobreza, las precarias condiciones de vida de la población,
la alta dependencia de las remesas familiares y la informalidad de la
economía, además de la negligencia criminal del gobierno
Ortega-Murillo.




Desde
la perspectiva humanitaria y política, es evidente que Daniel Ortega
y Rosario Murillo no están en capacidad de manejar la crisis, que el
país está acéfalo y la pandemia se convertirá en un factor
acelerador de su caída definitiva. A los ciudadanos y a los actores
políticos emergentes con la crisis de Abril, les toca gestionar un
autogobierno que permita salir de la emergencia causada por la
pandemia, pero que también retome los retos de la construcción
democrática. Ese escenario es irreversible, representa una enorme
responsabilidad para el liderazgo cívico actual, pero también para
los ciudadanos.