Artículos de interes

Artículos de interes - 07 Jan 2009

¿Hasta cuándo? de Yalani Zamora

En este artículo de opinión, Yalani Zamora se refiere a los ataques israelíes en la franja de gaza y los discursos alrededor del conflicto bélico, que justifican, aminoran o contabilizan el conflicto, y nos llama a reflexionar sobre la carencia de un discurso humano sobre la crueldad de la guerra.

Yálani Zamora A.



Hace dos años y medio fuimos testigos del bombardeo israelí en el Líbano y Palestina. Como suele ocurrir, la realpolitik ocupó la palabra y no hubo sanciones de ningún tipo para Israel. El proceso de paz para Cisjordania está muerto, dijeron los miembros de la Liga Árabe en aquella ocasión.



Ahora, somos testigos de una nueva invasión. El objetivo invocado sigue siendo el mismo, la seguridad israelí. Sobre lo que esto significa, leí hace poco una cita de Edward Said -prestigioso intelectual palestino- que hace seis años escribió: "la seguridad israelí es un animal de fábula, una especie de unicornio. Se la persigue sin alcanzarla jamás, pero constituye el objetivo eterno de cualquier acción futura". Para ello cuentan con el apoyo de la primera potencia militar y además, una gran complicidad internacional que en el mejor de los casos habla en voz baja, y calla en el peor. Aún puedo escuchar a los libaneses y palestinos decir una y otra vez durante los bombardeos del 2006, completamente abrumados, que lo peor en aquel momento era el silencio. El silencio del mundo.



Nuevamente, es el lenguaje bélico el que habla en voz alta estos días. Algunos sectores críticos –incluyendo a israelíes- aún manifiestan su rechazo a la ocupación, hacen un “llamado a la razón” y un cese al fuego. Y es que las bombas deben cesar vengan de donde vengan. Sin embargo, Israel ha dicho que no acepta diálogo, ni diplomacia, ni presencia internacional, ni críticas, ni tregua, nada. Imposible erigirse como portador ejemplar de un discurso que posibilite la tolerancia entre los extremos. Pues si Hamas no quiere la paz – sostienen unos- al haber roto una tregua, ¿es que Israel si la quiere?- preguntan otros. Los sectores políticos y militares -así como los guerreristas de corazón del mundo- no inhiben un lenguaje verdaderamente grotesco, arrogante y mesiánico que poco se distingue del radicalismo que critican. “Vamos a ensenarles la lección”, “La batalla apenas empieza y no pararemos hasta conseguir nuestros objetivos terrestres”– dice el presidente israelí Simon Peres- mientras Gaza se convierte en un cementerio.



La invasión de Israel en Gaza no disminuirá el discurso extremista. Por el contrario, encenderá aún más la ira de millones de personas en Medio Oriente y Occidente. Matar hombres, solo trae matar a más, me recuerda Camus cada vez que hay una guerra. Y la historia no lo ha desmentido.



Muchos nos preguntamos con rabia e indignación qué podemos hacer, sabemos que no es posible quedarnos callados o permanecer en la indiferencia. Conocemos la tragedia de haber vivido una guerra y sabemos las secuelas imborrables que deja. También conocemos el efecto sedativo, deshumanizante que provoca la violencia hasta el punto de contabilizar a los que son asesinados como si fueran solamente números. Objetivos terrestres y blancos civiles les llaman. ¿Hasta cuándo seguiremos vaciando el lenguaje, prostituyéndolo, manipulándolo?



Entonces pensé: al menos voy a defender la palabra. Le devolveré el sentido que las armas le arrebatan para silenciarla. Porque la terriblemente llamada “Operación de Plomo” no es una operación de defensa como le llama Israel, ni tampoco es una “reacción desproporcionada” como tímida y lamentablemente le llama Occidente. Es una masacre. El resultado de una sostenida política militarista que invade y desangra Gaza para atrapar al “animal de fábula” de Said.



¡Donde está nuestra humanidad! - se preguntaba una parlamentaria italiana hace unos días. Y en mi cabeza, resuenan las palabras de Riszard Kapuscinski y su sencillo pero grandioso poema Anotando una idea:



"Pasó mucho tiempo / hasta que aprendí a pensar en el hombre / como en el hombre (…) "Dejé de hacer preguntas / de si es blanco o es negro / anarquista o monárquico / seguidor de la moda o de lo rancio / si es de los nuestros o de los otros / y empecé a preguntar / qué hay en él de humano / y si hay algo".



No importa si somos palestinos o judíos, o si no lo somos. Y hay que dejar de preguntarlo. Ninguna masacre puede justificarse desde ningún punto de vista. Debe indignarnos, dolernos como una herida abierta por ser boicot a la dignidad humana, si aún hay algo de humano. ¿Hasta cuándo?